La salvación Lucana se trata de la liberación de las aflicciones dentro de este mundo, es decir, de la opresión socio-política, la enfermedad, la muerte, las deudas, las dolencias, la desolación, y lo demoníaco. Para comenzar, consideremos el Magnificat de María.
“De generación en generación se extiende su misericordia a los que le temen. Hizo proezas con su brazo; desbarató las intrigas de los soberbios. De sus tronos derrocó a los poderosos, mientras que ha exaltado a los humildes. A los hambrientos los colmó de bienes, y a los ricos los despidió con las manos vacías. Acudió en ayuda de su siervo Israel y, cumpliendo su promesa a nuestros padres, mostró su misericordia a Abraham y a su descendencia para siempre” Lucas 1:50-55.
A pesar de que este canto tiene lugar durante la narración de la infancia y forma parte de las lecturas Cristianas durante las celebraciones de Navidad, no se me ocurre ningún otro himno Navideño que hable de Dios como derribando al poderoso o echando hambriento al rico. Es más, uno probablemente podría tomar esas líneas, e insertarlas en medio de un panfleto de algún Marxista Judío con una fe ferviente, y posiblemente no se note la interpolación.
En el Magnificat de María encontramos la gran afirmación teológica de que Dios ha recordado sus promesas al patriarca Abraham, que Dios es fiel a Israel, junto con un reordenamiento radical del poder, una reversión de la pirámide social, y un gran giro entre el poderoso y el indefenso. El reino futuro no se caracterizará por la igualdad igualitaria sino por la inversión de las posiciones: Jesús dice: “En efecto, hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos” (Lc. 13:30). Muchas personas, especialmente los ricos, que asumen que tendrán los mejores asientos en el banquete mesiánico ni siquiera se los dejará entrar, y aquellos que eran pensados indignos, tendrán lugares de honor (Lc. 13:22-30; 14:7-11, 15-23; 16:19-31).
A menos que no esté entendiendo bien, Lucas no está llamando a una revolución Marxista con la incautación de toda propiedad privada y con la nacionalización de los recursos del estado. En cambio, Lucas expone una salvación que incluye la finalización de toda expresión opresiva tanto del orden social, como del político, o del económico, al menos en el juicio final, con cierta anticipación en el presente. Además, Lucas no espera que se levanten guillotinas para erradicar a aquellos que tienen demasiado efectivo disponible o a cualquiera con una buena cartera de propiedades. Las riquezas son una tentación peligrosa y una trampa en la que muchos caen, pero incluso los ricos y poderosos necesitan salvación, y existen ejemplos positivos de hombres ricos que se arrepintieron de su codicia y avaricia (18:9-14; Lc. 19:1-10). Como señala Juan el Bautista, los ricos y poderosos serán bienvenidos si dejan de extorsionar y explotar a los demás (Lc 3:10-14). Como tales, entre los seguidores y devotos a Jesús se incluyen cobradores de impuestos, sacerdotes, mercaderes, centuriones, y procónsules. La salvación tiene expresiones económicas en términos de liberación de la privación, de la indigencia y de las deudas, pero también abraza a todos en cualquiera de los niveles de la pirámide económica.
En términos Lucanos, la salvación ciertamente es para Israel, para su redención, su rescate, y su refrigerio (Lc. 1:68; 2:38; 24:21; Hechos 3:19 RV60), mediante un “cuerno de salvación” (Lc. 1:69 LBLA), que es el rey Davídico que vendrá (Lc. 1:68-75), y la pieza central del reino Davídico restaurado (Lc. 22:30; Hechos 15:15-18 = Amos 9:11-12). Pero esta salvación también se derrama sobre los Gentiles (Lc. 2:32; 7:1-10; 24:47; Hechos 1:8; 10:45; 11:18; 13:47; 20:21; 28:28) dado que un Israel transformado transformará el mundo, para ser, como Jesús, una luz a las naciones (Hechos 13:47; Isa 42:6; 49:6). El gran acto de liberación de Israel, no derrocará a los Herodianos ni a los Romanos, sino que creará un Israel renovado, una sociedad dentro de una sociedad, llevando el Espíritu, sobrellevando cada uno la carga de los demás, predicando en poder y en verdad la verdad a los poderosos, en un nuevo pacto, como un adelanto de la nueva era, y trayendo a los Gentiles a la casa renovada de David. Visto desde una perspectiva Isaiánica, Lucas está contando la historia de cómo “toda carne verá la salvación de Dios” como proclamó el Bautista a partir de Isaías (Lc. 3:6 = Isa 40:5). La luz mesiánica que brilla sobre Israel se refleja sobre los Gentiles y todos los que viven en tinieblas (Lc. 1:79; Hechos 26:18), como testificó Pablo, “No he dicho sino lo que los profetas y Moisés ya dijeron que sucedería: que el Cristo padecería y que, siendo el primero en resucitar, proclamaría la luz a su propio pueblo y a los Gentiles” (Hechos 26:22-23).
Autor: Michael F. Bird
Traducción: Teología Libre.